lunes, 26 de marzo de 2012

En la biblioteca

Heme aquí sentado, ante el conocimiento acumulado de los siglos; a mí, cultor de la auto compasión que no conocen los libros, detractor de la guerra, que casi tuve en mis manos, si no hubiese sido que luego de haberme preparado para ella, hubiera desertado. Constante en la inconstancia, amante del desamor, gran ateo de la religión y escribiente de la nada. El misterio de la vida fluye hacia el vacío entre los dedos de mis manos, y así observando pasar los días, sentado sobre mis renuncias y fracasos acumulados, resto importancia a las pequeñas victorias, como el poder sentir, pensar y escribir, que en el final de los tiempos, no importando quienes seamos, tal vez con mucha suerte perduremos como recuerdo entre hojas escritas y tapas duras, en anaqueles polvorientos y silenciosos, hasta que alguien nos rescate del olvido del pasado.

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