jueves, 10 de septiembre de 2009

Delicia sánscrita.

(Pues neciamente se dijeron a sí mismos los que no razonan): Corta y triste es nuestra vida, y no hay remedio cuando llega el fin del hombre, ni se sabe que nadie haya escapado del hades.
Por acaso hemos venido a la existencia, y después de esta vida seremos como si no hubiéramos sido: porque humo es nuestro aliento, y el pensamiento una centella del latido de nuestro corazón.
Extinguido éste, el cuerpo se vuelve ceniza, y el espíritu se disipa como tenue aire.
Nuestro nombre caerá en el olvido con el tiempo, y nadie tendrá memoria de nuestras obras, y pasará nuestra vida como rastro de nube, y se disipará como niebla herida por los rayos del sol que a su calor se desvanece.
Pues el paso de una sombra es nuestra vida, y sin retorno es nuestro fin, porque se pone el sello y ya no hay quien salga.
Venid, pues, y gocemos de los bienes presentes, démonos prisa a disfrutar de todos en nuestra juventud.
Hartémonos de ricos, generosos vinos, y no se nos escape ninguna flor primaveral.
Coronémonos de rosas antes de que se marchiten, no haya prado que no huelle nuestra voluptuosidad.
Ninguno de nosotros falte a nuestras orgías, quede por doquier rastro de nuestras liviandades, porque esta es nuestra porción y nuestra suerte.
Libro de la Sabiduría (2, 1-7) Biblia.

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